martes, 17 de diciembre de 2013

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Primera revolución.

http://www.youtube.com/watch?v=evH0GL2Fgiw



http://www.youtube.com/watch?feature=player_detailpage&v=ikTKgJmEzYs

Mecanización.

En 1764 se ideó la hiladora de husos múltiples o spining-jenny,
la producción de hilo se multiplicaba por 6 o por 24, según el número de husos, además, ya no hacían falta cinco hombres para ese proceso, un solo hombre controlaba la elaboración de los hilos; el único defecto es que los hilos que producían eran débiles e irregulares y sólo servían para la urdimbre del tejido y no para
la trama. El siguiente paso en la mecanización fue la hiladora continuada en 1769, esta hiladora suponía dos ventajas con respecto a la anterior: el hilo era resistente y servía tanto para la urdimbre como para la trama, y no era impulsada manualmente como la anterior sino por la corriente de agua o la máquina
de vapor. En 1779 inventó la hiladora intermitente denominada popularmente mula porque era una mezcla de las dos anteriores, además de hilar torcía el hilo y variando la velocidad de los rodillos, de los husos y del carro móvil producía hilos de muy diversos tipos. Con estas tres máquinas el proceso de hilado se
revolucionó y la producción de hilo se multiplicó, pero el proceso de tejido seguía
siendo manual.
Además de la mecanización en los procesos de cardado, hilado y tejido, también
hubo una revolución en el teñido y acabado, esto favoreció el desarrollo de la química
industrial.

Las consecuencias de la mecanización.
El algodón sustituyó definitivamente a la lana como principal materia textil, esto
se produjo de manera definitiva hacia 1812, en esa fecha se cree que sólo en el hilado
del algodón trabajaban unos 100.000 obreros y la exportación del producto significaba
el 40% de las exportaciones británicas frente a la lana que sólo alcanzaba el 18%.
Otra consecuencia importante es que el proceso abarató considerablemente el
producto e Inglaterra ofrecía el precio más barato y competitivo del continente y
productos de mayor calidad. Los beneficios empresariales fueron grandísimos, no así el
salario de los trabajadores.

El impacto de la industrialización

  La industrialización fue modificando profundamente la sociedad británica a través de un proceso largo y complejo, cuyos efectos se hicieron visibles sobre todo a partir de mediados del siglo XIX. Las consecuencias de la industrialización no fueron uniformes en todos los sectores sociales. Aunque la economía creció a un ritmo sostenido, la nueva riqueza se repartió en forma muy desigual.
 Es evidente que la industrialización fue introduciendo profundas modificaciones en las condiciones de trabajo. En primer lugar, el sistema de fábrica conllevó un nuevo tipo de disciplina y largas jornadas de labor con bajos salarios y gran inestabilidad. Implicó también cambios muy grandes en el trabajo femenino e infantil, todo ello con altísimos costos sociales. Al mismo tiempo, el debilitamiento de los antiguos mecanismos de protección social redundó en un empeoramiento de las condiciones de vida de los sectores más vulnerables.
  Junto con las fábricas nació también un nuevo tipo de trabajador, el obrero industrial, cuyas condiciones de trabajo eran muy diferentes de las de los oficios manuales tradicionales.
  El moderno obrero industrial se caracteriza por no ser propietario de los medios de producción -las fábricas y las máquinas, que pertenecen a los capitalistas- y por vender su fuerza de trabajo en el mercado, a cambio de un salario. Desarrolla su actividad en las fábricas, trabajando con máquinas y sometido a una estricta disciplina.
  Todavía en 1830 el obrero industrial característico no trabajaba en una fábrica sino en un pequeño taller o en su propia casa (como artesano o trabajador manual) o como peón, en empleos más o menos eventuales.
  El sistema de fábrica transformó también las condiciones de trabajo de los obreros que seguían realizando oficios manuales, ya que se vieron expuestos a permanentes reducciones salariales para competir con la producción mecanizada y a trabajar para agentes de las fábricas o intermediarios. En la industria del tejido, el bajo precio y la abundancia de la mano de obra retrasaron la mecanización, pero al costo del empobrecimiento y la explotación de los tejedores manuales.
  El trabajo femenino e infantil no era una novedad, ya que en la sociedad preindustrial también trabajaba todo el grupo familiar, pero lo que fue cambiando radicalmente con la industrialización fueron las condiciones laborales.
  La división sexual del trabajo había estado relacionada, desde sus orígenes, con las diferencias de fuerza y de destreza entre hombres y mujeres, lo que implicaba que ciertas tareas sólo podían ser desempeñadas por los hombres. Al mismo tiempo, los oficios específicamente femeninos, que requerían una habilidad característica en las manos (como el hilado), eran considerados por los hombres como inferiores a los oficios masculinos, y peor remunerados que éstos.
  Cuando comenzaron a utilizarse máquinas accionadas por energía inanimada la situación en parte se modificó. Las mujeres pudieron desempeñar tareas antes reservadas a los hombres pero, como su trabajo se consideraba inferior, siguieron percibiendo salarios menores.
  Sus condiciones no eran las mejores, y había muchos casos de abuso y explotación, pero en comparación con los primeros tiempos de la industrialización la brecha es muy grande.
  Con la revolución Industrial los niños comenzaron a trabajar masivamente en las fábricas. Eran más dóciles que los adultos, recibían una paga mucho menor e incluso eran más adecuados para algunas tareas que requerían manos pequeñas o baja estatura. Las condiciones del trabajo infantil eran muy duras. En primer lugar se redujo la edad mínima del ingreso al mercado de trabajo y disminuyó la importancia del aprendizaje. En la industria algodonera los niños comenzaban a trabajar desde muy pequeños, desde los seis u ocho años. El horario de trabajo era el mismo que el de los adultos, entre catorce y dieciséis horas por día. Los salarios eran irrisorios y la disciplina muy dura, recurriéndose en muchos casos a los castigos corporales. Además de todo ello, las condiciones insalubres de trabajo en las fábricas tenían efectos muy negativos para la salud y el desarrollo de los pequeños.
  Aunque ya en 1802 el Parlamento aprobó una ley para proteger a los niños que trabajaban como aprendices en las fábricas, recién a partir de la década de 1830 el Estado comenzó a penalizar en forma efectiva los abusos cometidos por los empresarios y poner en vigencia nuevas reglamentaciones dirigidas a regular el trabajo infantil. Al avanzar el siglo XIX la situación fue mejorando paulatinamente, aunque pasaron muchas décadas hasta que se prohibió el empleo de menores.

El sistema fabril

El sistema fabril Durante la Revolución Industrial en Gran Bretaña existía una economía dual, esto es, convivía un sector tradicional (con un desarrollo gradual basado en mejoras en la habilidad de las trabajadoras/os y en la organización de los procesos productivos pero sin grandes innovaciones técnicas, y con ligeras mejoras de productividad)  con un sector moderno (grandes innovaciones tecnológicas, concentraciones fabriles, incremento de la inversión en maquinaria  en mayor proporción que la inversión en mano de obra) compuesto por las industrias del algodón, siderurgia, minería, transporte y algunas industrias de bienes de consumo . 
 No todos los sectores modernos se modernizaron en la misma intensidad. Destacan la industria del algodón  y la del hierro.
 "La Fabrica es la gran unidad centralizada y muy especializada, con unos  instrumentos de producción  propiedad de un empresario, que utiliza el trabajo de obreros asalariados y potencia la división de las operaciones de fabricación, transformando al viejo artesano, que hacía un producto entero, en un obrero, que se limita a realizar unas tareas parciales determinadas, y que pasa, por este motivo, de cobrar por piezas a hacerlo por horas" 
 El aumento  en la complejidad de los procesos productivos requirió el control del trabajo y una dirección técnica y empresarial de la fábrica. Los empresarios con las fábricas se apropiaron del excedente producido por el obrero (el salario no paga todo el valor que el obrero incorpora al producto con su trabajo ). La localización de las fábricas tiene lugar en el mundo urbano. El sistema fabril  produce en gran escala, y para mercados  nacionales e internacionales.

La otra gran fuente de energía de la Revolución Industrial fue el vapor, que se utilizó tanto para la producción industrial como para impulsar los nuevos medios de transporte: los ferrocarriles y los barcos.
  Las primeras máquinas a vapor comenzaron a emplearse desde principios del siglo XVIII en la minería, para bombear el agua de las galerías. La máquina Watt, que perfeccionó las preexistentes, tuvo la ventaja de poder utilizarse como fuente de energía para la producción manufacturera, siendo adoptada primero en las hilanderías de algodón y más tarde en otras ramas industriales.
  El carbón tuvo una importancia decisiva en la Revolución Industrial inglesa, ya que se lo utilizó como combustible en las máquinas de vapor y como fuente de calor y de transformaciones químicas en la industria del hierro. La dotación de recursos naturales cumplió un papel relevante en los primeros tiempos de la industrialización, ya que Gran Bretaña contaba con abundantes yacimientos de carbón y de hierro que le otorgaron fuertes ventajas comparativas.
  Más adelante el carbón cumplió un papel decisivo en el desarrollo de nuevos medios de transporte. Los primeros ferrocarriles fueron construidos desde principios del siglo XIX para acarrear el carbón, y gracias a las mejoras que se introdujeron en ellos fue posible desde 1830 inaugurar las primeras líneas ferroviarias para transporte de cargas y de pasajeros.
  Entre los factores ambientales que favorecieron la innovación se destaca sin duda el de bajo costo de las inversiones en los primeros tiempos de la Revolución Industrial, debido a que las máquinas eran en general sencillas y poco costosas, a que se podían utilizar edificios ya existentes para instalar las fábricas y también a que la mano de obra era barata y las condiciones de contratación muy flexibles. Al mismo tiempo, los beneficios eran muy elevados, y permitieron que la autofinanciación fuera una práctica muy extendida. Más difícil que reunir el capital necesario era probablemente el reclutamiento, la organización y el control de los trabajadores.
En las primeras etapas del proceso de industrialización el modelo de organización era el de la empresa personal, en la que el propietario del capital ejercía tanto las funciones empresariales como las gerenciales. Las empresas eran mayoritariamente individuales o compuestas por un número reducido de socios, que se dividían las tareas.



Autopistas con peaje.

Llamamos Revolución Industrial al cambio fundamental que se produce en una sociedad cuando su economía deja de basarse en la agricultura y la artesanía para depender de la industria.

Localización: La Revolución Industrial nace en Gran Bretaña y se extiende luego al resto de Europa.
 Antecedentes: La economía existente antes de la revolución industrial estaba basada en el mundo agrario y artesanal; tres cuartas partes de la población subsistían con trabajos agropecuarios. Principalmente estaba basada en el auto consumo y no en la comercialización de los productos obtenidos, puesto que además la productividad era muy baja.

Las ciudades eran pocas, pequeñas y poco desarrolladas. Hay que recordar que el régimen de gobierno de estas sociedades eran las monarquías absolutistas, en las que todo, incluyendo las personas, se consideraban una propiedad del rey.

Principales características: Se produce un cambio rápido y en profundidad que afecta a todas las estructuras de la sociedad. Los cambios serán tecnológicos, socioeconómicos y culturales. Los tecnológicos irán desde el uso de nuevos materiales como el acero a fuentes energéticas como el carbón y máquinas motrices como la máquina de vapor, considerada como el motor inicial de la Revolución Industrial. Aparecen las máquinas de hilar y tejer, que consiguen aumentar rápidamente la producción con poco personal. Surgen técnicas para el desarrollo del trabajo y la especialización de la mano de obra. El transporte se desarrolla tanto por trenes como por barcos, lo que junto con otros inventos harán crecer el papel de la industria y el comercio.
Los cambios culturales se plasmarán en un impresionante aumento de los conocimientos en todas las ramas, tanto científicas como técnicas y sanitarias. Los cambios sociales más notables derivan del crecimiento de las ciudades y el consiguiente éxodo en zonas rurales. Al mismo tiempo se produce un fuerte aumento demográfico, como consecuencia de la elevada natalidad y el descenso de la mortalidad catastrófica (gracias a avances sanitarios, como las vacunas, y a una mejor alimentación de la población). Esto provocará que la población europea se multiplique en pocos años.
Al tiempo que se desarrolla una clase burguesa, el éxodo de población rural hacia las ciudades da lugar a la aparición de una nueva clase trabajadora que se agrupa en suburbios cercanos a las fábricas, a partir de los barracones en los que viven los obreros.
En las fábricas encontrarán humedad, poca ventilación, ninguna seguridad laboral y jornadas que superan las doce horas diarias, siete días a la semana. En los suburbios super poblados y sucios son víctimas de epidemias de fácil propagación. La cantidad de personas afectadas por estas condiciones les lleva a organizarse para la defensa de sus intereses y aparecen los movimientos obreros de protesta.